
El Papa León XIV se ha embarcado en la centenaria misión de sanar la división entre las diversas iglesias y reclamar la supremacía papal, instando a los cristianos a retornar a una unidad plena y visible mediante el diálogo interreligioso. Dirigiéndose a una delegación del Patriarcado Ecuménico Ortodoxo de Constantinopla, el Papa León XIV reafirmó el compromiso inquebrantable del Vaticano con la paz y la reconciliación, en sus propios términos. Envuelto en un lenguaje de entendimiento y cooperación, este impulso ecuménico es nada menos que un esfuerzo calculado para revertir la Reforma y restablecer la autoridad papal sobre la cristiandad. Tras los llamamientos al «diálogo fraternal» se esconde la ambición estratégica de desmantelar las distinciones doctrinales e integrar a las iglesias disidentes en el seno de la Iglesia Católica Romana.
El 28 de junio de 2025, la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó lo siguiente:
«Al recordar con gratitud los avances logrados hasta la fecha, les aseguro mi deseo de perseverar en el esfuerzo por restaurar la plena comunión visible entre nuestras Iglesias. El logro de este objetivo solo puede lograrse, con la ayuda de Dios, mediante un compromiso continuo con la escucha respetuosa y el diálogo fraterno. Por esta razón, estoy abierto a cualquier sugerencia que puedan ofrecer al respecto, siempre en consulta con mis hermanos obispos de la Iglesia Católica, quienes, cada uno a su manera, comparten conmigo la responsabilidad de la unidad completa y visible de la Iglesia.»1
• “Eminencias, queridos hermanos en Cristo, les agradezco de corazón su presencia en Roma en esta solemne ocasión. Les ruego que transmitan mis cordiales saludos al Patriarca Bartolomé y a los miembros del Santo Sínodo, junto con mi gratitud por el envío de una delegación nuevamente este año. Que los santos Pedro y Pablo, San Andrés y la Santa Madre de Dios, que viven eternamente en la perfecta comunión de los santos, nos acompañen y sostengan en nuestros esfuerzos al servicio del Evangelio. ¡Gracias!”
El problema con el mensaje del Papa León XIV radica en que no se trata simplemente de un llamado a la cooperación en áreas de interés común, sino de un impulso calculado para que todas las denominaciones se realineen bajo la autoridad espiritual de Roma. No nos engañemos: este es el inevitable desenlace del movimiento ecuménico. Tanto la Biblia como el Espíritu de Profecía emiten claras advertencias contra el surgimiento de un poder religioso centralizado en el que Roma asume el liderazgo. En pocas palabras, esta agenda se opone directamente a la misión única y profética que Dios ha confiado a su pueblo en el Apocalipsis. Adoptar este camino es comprometer la identidad y el llamado mismos de la Reforma Protestante y de la Iglesia Remanente.
Sin embargo, algunos líderes adventistas siguen defendiendo nuestra participación en estos diálogos ecuménicos, insistiendo en que se trata simplemente de entendimiento mutuo y una oportunidad para compartir nuestro mensaje. Pero, en realidad, estos encuentros interreligiosos se dan a expensas de nuestra identidad profética y misión evangelizadora. Al legitimar la visión de unidad de Roma, silenciamos las verdades distintivas que Dios ha confiado a este movimiento y comprometemos la misma advertencia que hemos sido llamados a proclamar. Es hora de dejar de justificar nuestra participación en un proceso que, en última instancia, conduce a la erosión y, finalmente, al rechazo de los Mensajes de los Tres Ángeles.
«El Señor da una verdad especial para el pueblo en una emergencia. ¿Quién se atreve a negarse a publicarla? Él manda a sus siervos a presentar la última invitación de misericordia al mundo. No pueden permanecer callados, salvo a riesgo de sus almas. Los embajadores de Cristo no se preocupan por las consecuencias. Deben cumplir con su deber y dejar los resultados en manos de Dios» (El Conflicto de los Siglos, pág. 609).
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