GREG LAURIE, DESTACADO PASTOR EVANGÉLICO, NOS LLAMA A “HACER QUE ESTADOS UNIDOS VUELVA A SER UN PAÍS PIADOSO” EN NUESTRA NACIÓN, ESTADO, IGLESIA Y VIDA PERSONAL.

Greg Laurie es un destacado pastor evangélico, autor y evangelista conocido por su iglesia Harvest Christian Fellowship en Riverside, California, y sus eventos evangelísticos a gran escala. Laurie está afiliado a la Convención Bautista del Sur, lo que lo hace muy respetado dentro de los círculos evangélicos. Sus llamados al avivamiento son importantes para muchos cristianos evangélicos porque desea ver una influencia cristiana renovada en Estados Unidos, que haga que nuestra iglesia y nuestro estado vuelvan a los principios bíblicos.

En el video, Greg Laurie hace un llamado a la restauración de la fe y los valores y utiliza el lema de la campaña política de Donald Trump para su visión de un avivamiento. Nos llama a “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser un país piadoso”, unificando los aspectos políticos y religiosos para combatir el declive espiritual y moral de nuestra nación. Debido a que Greg Laurie tiene conexiones con líderes cristianos influyentes y ha aparecido en los principales medios de comunicación, esto solo ayudará a amplificar aún más su mensaje de avivamiento y cambio político en Estados Unidos.

En este sentido, el avivamiento se diferencia de los avivamientos bíblicos, que se centran principalmente en la salvación individual y la renovación espiritual, más que en el activismo político. Sin embargo, desde la segunda elección de Donald Trump, los cristianos evangélicos suelen considerar que el avivamiento es inseparable del cambio político, pues creen que el destino de Estados Unidos está ligado a una identidad cristiana restaurada.

Lamentablemente, los nacionalistas cristianos intentan abusar de la autoridad divina del evangelio de Jesucristo promoviendo agendas políticas. En la “Gran Comisión” de Mateo 28:19-20, Jesús llama a la iglesia a predicar el evangelio y a hacer discípulos, no a tratar de gobernar la política de las naciones. Manipular la fe y moldear la misión de Cristo en un intento de imponer la propia ambición política es apostasía de la verdad. Se trata de un intento corrupto de fusionar la iglesia y el estado.

Estos pastores dejan de ser testigos de Jesucristo y se convierten en instrumentos del poder mundano porque utilizan el evangelio como plataforma política y no como plataforma de la verdad. La iglesia debe ser una institución divina, separada del estado. Nuestros pastores deben enseñar la justicia, no la retórica política. Deben ministrar a las almas perdidas, no a los movimientos políticos. Dejemos que la iglesia siga siendo un santuario de la verdad, donde todas las personas puedan encontrar esperanza en Cristo, sin mezcla de ambiciones terrenales.

Debemos hacer todo lo que podamos para preservar el llamado sagrado que Dios nos ha dado. No debemos permitir que el púlpito sagrado se convierta en una plataforma para agendas políticas y sociales que dividen en lugar de unir. El llamado de la iglesia es mucho más alto que las arenas movedizas del poder mundano. La iglesia ha sido llamada a proclamar la verdad eterna de la Palabra de Dios, a llevar luz a los corazones oscurecidos y a preparar almas para el reino que no es de este mundo.

“Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” Juan 18:36.

“Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.” Lucas 17:20, 21.

“Pero cuando Jesús entendió que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, se retiró otra vez al monte, él solo.” Juan 6:15.

“Y él les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.” Juan 8:23.

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.” Filipenses 3:20.

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